El educador físico que labora en el marco de la educación básica requiere innovar el perfil profesional en correspondencia con su campo disciplinario, el nivel educativo en el que se desempeña y las exigencias sociales y educativas actuales. Dicho perfil está conformado por las características personales del propio sujeto, por la formación profesional inicial que recibió y por el ejercicio cotidiano de la práctica docente. Esta última fuente es la expresión de la realidad educativa cotidiana y múltiple, que sólo el educador físico que está inmerso en ella puede dar cuenta a partir de su propia “lectura” (juicios), la cual no está desvinculada de la realidad educativa básica, ni de la realidad social, porque forman parte de la trama de relaciones e influencias recíprocas.
 
La educación básica es el contexto en el que se encuentran esas realidades educativas cotidianas que el educador físico comparte. En la educación física de la CDMX, la práctica docente en cuanto experiencia o vivencia (que se expresa en dos o más sesiones a la semana y en otras actividades extraescolares. En la sesión se expresa de manera práctica el perfil profesional, el cual tiende a modificarse constantemente por las exigencias del mismo fenómeno educativo), con frecuencia es desdeñada cuando se trata de la realización de proyectos pedagógicos o administrativos; por ejemplo, hace ya varios años se realizó un profesiograma y una propuesta de manual de funciones que no consideraron la experiencia de los docentes que trabajaban frente a grupo-clase. También se diseñaron en sexenios pasados unos lineamientos pedagógicos y administrativos para estos mismos docentes, pero no se consultaron para la idea inicial, sino que el documento se diseñó primero en el área central y posteriormente se les dio a conocer para que expresaran su punto de vista. En suma, nunca se han considerado realmente los puntos de vista de los docentes, ni en el diseño de los programas de educación física ni en otros proyectos.